Aves enjauladas, peces en peceras.

Desde que tenemos uso de razón los humanos creemos que el Mundo y la Naturaleza nos pertenecen y han sido creados para nosotros. Esta creencia es inculcada en nosotros subliminal o directamente desde la infancia por nuestros padres, nuestros profesores, la religión, por los medios de comunicación, etcétera. Crecemos, entonces, con la errónea idea de ser el centro del Universo, para quienes todo lo que existe está a nuestro servicio y podemos tomarlo cuando deseemos.

El que un animal no nos dé su disconformidad explícita y entendible por nosotros simplemente porque no puede hacerlo o porque no puede defenderse, parece que nos da ese injusto privilegio de tomarlo para nuestro placer, provecho o bienestar.

¿Por qué enjaulamos a las aves?

Las enjaulamos porque si no lo hiciéramos ellas escaparían porque quieren ser tan libres como nosotros. Queremos tenerlas atrapadas en jaulas porque nos gustan y sus plumas son hermosas o sencillamente porque “cantan” lindo y deseamos escucharlos todos los días porque nos alegra su canto. Esa es una manera inequívoca de expresar ese antropocentrismo arraigado en el ser humano: nuestra felicidad (innecesaria en este caso) y nuestro placer por encima de otro ser vivo que necesita su libertad esencial.  Pero, ¿tal vez esas aves enjauladas no quisieran estar muertas a vivir así toda su vida, vida que seguramente vivieron sus ascendientes y vivirán sus descendientes también?

Llegamos a pensar que esa ave está viva y “canta feliz” todas las mañanas gracias a nosotros. Para no sentir remordimiento alguno, nos engañamos pensando que al mantener enjaulado a ese animal lo estamos cuidando pues no sobreviviría de otra manera, que solo no podría encontrar alimento y terminaría siendo fácilmente la comida de algún depredador. En algunas circunstancias esta afirmación podría ser real. Sin embargo, el error, cuya consecuencia es aquella tan triste e injusta, es el mismo que antes mencionamos, el antropocentrismo arraigado en el ser humano. Hemos “domesticado” a tantas especies de animales para nuestro beneficio que esos animales ya no pueden valerse por sí mismos en la Naturaleza a donde alguna vez pertenecieron sus antepasados. Incluso los perros y los gatos, a quienes muchas personas cuidan y quieren tanto y que ya no podrían vivir sin el humano, fueron domesticados hace miles de años para ser su compañía y esto provocó el grave problema, sin solución hasta el momento, que muchos sufran abandono, explotación, maltrato y muerte por no tener un humano que los cuide.

Sufrimiento de animales en jaulas

No es necesario que un animal hable para que podamos entenderlo ni estudiar mucho para poder saber lo que siente, al menos en lo más simple. Si queremos entender a los animales solo debemos usar la empatía.((Empatía, del griego «emocionado», es la capacidad cognitiva de percibir lo que otro ser puede sentir.)) O más fácil aún es preguntarnos  si aquello que nosotros le hacemos a ese animal solo para nuestro beneficio nos gustaría a nosotros que nos lo hicieran. Entonces, la pregunta en este caso sería: “¿nos gustaría estar en una jaula”? La respuesta, obviamente, es NO. Entonces por lógica, no debemos tener un animal enjaulado a menos que sea por un momento determinado para cuidar de su salud o seguridad.  Como cuando tenemos que meter en un canil a un perro o a un gato, por su seguridad, para transportarlo de un lugar a otro, y no porque nos guste escuchar cómo llora para salir del canil o para apreciar su pelaje y belleza.

Aquellas aves que enjaulamos no cantan, están llorando porque viven enjauladas, por lo tanto lo mejor que podemos hacer por ellas, sino queremos que sufran otras más, es no comprarlas porque estamos apoyando la explotación de animales y su posterior sufrimiento viviendo toda su vida en una jaula. Está de más decir que el atrapar pájaros para tenerlos en la casa porque nos gustan es una crueldad.

Peces metidos en peceras

Hay peces que son realmente hermosos y por lo tanto no nos cansamos de verlos nadar en una pecera, pero ¿ellos querrán nadar una y mil veces en el mismo lugar o querrán hacerlo mejor en un lago, mar o en donde pertenecen? Es como si nosotros camináramos todos los días a través de nuestra habitación una y otra vez y que unos ojos inmensos nos mirarán a través de una luna y unas manos nos echen de comer por el techo de la habitación. No podemos salir a buscar nuestra propia comida ni dejar de ver aquellos grandes ojos que nos observan tanto.  Sí, ya se sabe, la inteligencia de esos peces no les permite, tal vez, darse cuenta de la vida que llevan en una pecera de medio metro, pero nosotros sí nos damos cuenta de lo que estamos haciendo con esos animales, entonces ¿por qué mantenerlos así? De nuevo aquí la respuesta: pensamos que tenemos el derecho de hacerlo ya que ellos no dicen lo contrario y ni siquiera pueden escapar de aquella jaula que es la pecera.

No vamos a pedir que dejen de encarcelar a los animales por ser hermosos, llorar lindo o por servirnos de alguna manera, solo pediremos que se pongan en su lugar y se pregunten si a ustedes, a aquellos que compran pájaros o peces para tenerlos encerrados, les gustaría vivir de ese modo también.

Ojalá pudiéramos regresar a aquella época en que ningún animal había sido domesticado, el Hombre respetaba a la Naturaleza y no se creía el dueño de ella. Tal vez sea cuando dejemos de ser “inteligentes”.

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